Abro la puerta y se escucha un horrible chirrido, asomo la cabeza. Todo estaba muy desordenado.
- Creo que le vendría bien un poco de aceite a esto- dije mirando la puerta. Entré en la habitacion y Tara me siguió de cerca.
-Mantente cerca de mí- le dije mirándola por el rabillo del ojo. Me respondió con un maullido. Asentí con la cabeza.
- Veamos...- Dije poniendome en pintitas de pie para ver mas allá de las pilas de libros- debe de haber algo por aquí.- Divisé a lo lejos unas latitas que decían "Sardinas".
- Eres mi salvacion!- dije con un suspiro llendo rápidamente en su búsqueda- quédate aquí Tara, ya regreso.- Me obedeció, se quédó quita como una estatua. Agarré la milagrosa latita y volví a donde Tara.
- Listo vamos a la habitacion- dije con una sonrisa- allí te vas a quedar. Por ahora.
Nos fuimos casi volando hacia la habitacion.