Sala de reuniones

Llegué a una nueva sala que había sido abierta hace poco. Tube curiosidad y entré. Al parecer aquí era el punto en el cual los profesores charlarían con los alumnos. Caminé por el largo pasillo, encendí las luces y se luminó un escenario de teatro, que se usaba también para dar charlas... Subí y miré a mi alrededor. El lugar aquel era muy grande y lleno de asientos antiguos de terciopelo rojo, con el telón de una tela negra.

Pasaba por el quinto piso y oi ruidos en la sala de reuniones, yo era profesor asi que tenia derecho a entrar allí. Entre y vi a Ly.
-Hola Ly...-dije en un tono de voz alto.

Aquel lugar no solo era una sala de juntas, si no también un teatro. Me recordaba a mi infancia. ¿Hacía cuanto que no cantaba? Apenas lo recordaba... Comencé a bailar con lentitud y con los ojos cerrados. Mi garganta reprodució un bonito sonido, mientras cantaba una melancólica canción... Los instrumentos y la música que ellos creaban sonaban en mi cabeza, me sentía joven de nuevo y capaz de lo que sea. De pronto, escuché a Tora saludarme y paré vergonzosa. Si pudiera enrojecerme, ya estaría más roja que un tomate.
-Eh... Hola, Tora -dije con un hilo de voz.

Me sente en una silla y me quede mirandola.
-Sigue bailando y tarareando que lo haces muy bien...-dije sonriente.

-Eh... Jamás... Yo... Esqué -titubeé, me armé de algo de valor y lo dije directamente- Jamás canté para nadie. Siempre lo hago sola...
Abracé mis hombros y miré al suelo con una mueca.

-Pues hoy puede ser tu primera vez...-dije aun mirandola con mis ojos amarillos.

Alcé los ojos.
-Te reirás de mi.
Me senté en el borde del escenario y miré a los asientos más elevados y más alejados con la mirada perdida.
-Serías la segunda persona que escucha mi voz cantando decentemente durante toda mi vida. Y la primera en escucharla después de mi transformación.

-Que cante.Que cante.Que cante.Que cante.Que cante...

-No hagas que me sonroje -dije irónicamente.
Suspiré y me volví a colocar en medio del escenario. Activé el micrófono y lo agarré con fuerza.
-No hay música, ¿quieres escuchar a una loca cantar sin música?

-Eso canta a capela como en los castings de operacion triunfo...-dije riendome.

Me reí entre dientes.
-¿Me vas a dar una buena puntuación, Risto?

Me sente a lo pancho.
-Eres como un yoghurt empieza a cantar...-dije riendome.

Me mordí el labio inferior con una sonrisa. Suspiré y cerré los ojos, comenzando a cantar con una preciosa voz otra canción, de esas que me inventaba las noches que no podía dormir. De esas canciones que tanto me hacían llorar en momentos crudos. Los instrumentos volvieron a sonar en mi cabeza, ¡ni que fuera la hija de Mozart y me pasara lo mismo que cuando él componía! Cantaba al son de la música de mi mente, era como si fuese la cantante de un grupo, sólo que el guitarrista, el batería, el coro y el resto... Eran simples personas imaginarias que no podía ver pero que me acompañaban y podía sentir a mi lado. Al terminar de cantar, abrí los ojos con suavidad y un silencio se apoderó de mi, dejando venir de nuevo la verguenza.

-bravo,bravo...-empece ha aplaudir con fuerza.-Temereces un 10...-dije arrodillandome y haciendo como hacian los musulmanes a Ala.

Sonreí y acequé mis labios al micro.
-Din dan don, limpieza en el pasillo principal, sí, así es. Un demonio arrodillado, besando el suelo. Parece grave -comencé a reirme- Vamos, levántate. No es para tanto.

Me levante del suelo.
-¿Que no es apara tanto?-dije sonriente.-Podrias vender y discos y seriamos millonarios...

Me reí por lo bajo.
-Yo toco el violín, nada más. No valgo para cantante. De pequeña fingía cantar mal, me daba tanta verguenza que nunca supieron mis padres mi pequeño talento... -hice una mueca- Ahora lo habrán oido desde algún lugar y se habrán dado cuenta de mi mentira.

-Creeme que te oien desde el cielo, yo mismo tuve que juzgarles apra decidir si iban al cielo o el infierno...

Abrí los ojos como dos platos.
-¿Cómo? -pregunté incrédula con un hilo de voz.

-Ya os dije que era la muerte, y cuando murieron tus padres yo tuve que avisarles unos dias antes de que iban a morir y despues juzgar sus pecados...

Me giré y me tapé los oidos derramando una sola lágrima.
-No, eso no puede ser verdad.
Me costaba demasiado creerlo, aun sabiendo que él estaba en lo cierto.

-Los mande directos al cielo...

Dejé muertos mis brazos, miré al frente, sin fijarme en ningún objeto en concreto, estaba dándole la espalda. Una lágrima vino tras otra, eso sí, en pleno silencio. Me giré y lo abracé.
-Cuéntame todo lo que sepas... ¿Puedes verlos cuando te lo propongas? ¿Qué piensan? ¿Puedo ir con ellos? No, eso sería inutil... Aunque me destruiría a mi misma, pertenecería a la nada... No tengo alma... -murmuré y me contesté a mi misma a todas las preguntas con un hilo de voz.

-Solo se que los mande al cielo y luego estarian en la cola para hablar con San Pedro...Despues, no se si se convirtieron en alitas o sus almas quedaron ''guardadas''...